Quiero compartir con ustedes dos historias que me marcaron profundamente como médico, dos casos tan diferentes en su desenlace que no dejan de resonar en mi corazón y mente. Ambos tienen como protagonistas a pequeños de apenas unos años de vida, y a sus padres, que vivieron lo que nadie debería experimentar: el miedo y el dolor de perder a un hijo.
La primera historia es un recuerdo que nunca olvidaré. Recibí la llamada de la esposa de un amigo de mi juventud, con quien compartí tantas risas y momentos. Pero aquel día, su voz era un llanto desgarrador, uno de esos que atraviesan el alma. Su pequeño hijo, un niño de 2 años a quien controlaba en mi consulta, había fallecido tras ahogarse en una piscina. Esa noticia me dejó helado, con el corazón hecho pedazos, pensando en esa vida que se apagó tan pronto y en el dolor inefable de esos padres.
La segunda historia también involucró un accidente en una piscina, pero con un final distinto. Estaba de turno en el hospital cuando llegó una niña de unos 3 años, traída por su madre. La pequeña había caído al agua, y la madre, al descubrirlo, no dudó en rescatarla y realizarle masaje cardiaco durante todo el trayecto al hospital. Cuando llegó, la niña estaba sin signos vitales. Trabajamos rápidamente para reanimarla, y, con alivio, recuperó el latido cardiaco y la respiración. Al turno siguiente, mi jefa me comentó que había ido a verla en pediatría: estaba despierta, activa, conversando como si nada hubiera pasado.
La gran pregunta
Ambos casos reflejan la fragilidad de la vida y el impacto que nuestras acciones pueden tener. ¿Por qué una vida se perdió y la otra se salvó? ¿Qué podemos hacer para cambiar esos desenlaces tan dolorosos? ¿Existe algo demostrado que ayude?
El ahogamiento: una amenaza silenciosa
El ahogamiento es una de las principales causas de muerte en niños de 1 a 4 años. ¿Por qué? Porque los niños son curiosos por naturaleza, y el agua es un imán irresistible para ellos. Los factores que contribuyen a estos accidentes incluyen:
- La falta de barreras de seguridad alrededor de piscinas.
- Supervisión inadecuada, incluso por breves instantes.
- La falta de habilidades de natación, esenciales para sobrevivir en el agua.
¿Qué podemos hacer?
- Supervisión constante: Nunca quite los ojos de sus hijos cerca del agua. La supervisión activa y cercana es clave.
- Barreras físicas: Una cerca que rodee completamente la piscina puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.
- Clases de natación: Enseñar a los niños a nadar desde temprana edad no solo les da una herramienta vital, sino que aumenta su confianza cerca del agua.
- Aprenda RCP: Saber cómo actuar en una emergencia es crucial. Este verano ofreceremos cursos de reanimación cardiopulmonar (RCP) para padres y cuidadores. Sigan atentos a nuestro Instagram, donde compartiremos historias reales que muestran la importancia de este conocimiento.
- Flotadores con precaución: Son útiles, pero no sustituyen la vigilancia de un adulto.
Un llamado a la acción
Como médico, he vivido tanto la alegría de salvar una vida como el dolor de perderla. Cada caso me recuerda que tenemos el poder de prevenir tragedias. No esperemos a que algo nos sacuda para actuar. Eduquémonos, tomemos medidas preventivas y enseñemos a nuestros hijos a respetar el agua mientras disfrutan de ella.
La prevención no solo salva vidas, sino que también construye recuerdos felices en lugar de dolorosos. Protejamos a nuestros niños y hagamos todo lo que esté en nuestras manos para que cada historia tenga un final lleno de esperanza.
Dr. Francisco González A.